25.6.08

Fugaz



Una vez dentro, encuentran su sitio en una silla de plástico, color negro. Al tocar de sus nalgas con el frío plástico, abren sus bolsas y sacan un libro. Ella y él, separados por un viejo bigotudo, se adentran en sus novelas, y notan como su imaginación se teletransporta a la misma velocidad, o superior, que lo hace su cuerpo bajo el asfalto de la gran ciudad a través de un gusano metálico.
Cuando el viejo ve llegar su hora, se levanta y deja un espacio enorme, demasiado enorme, entre ellos. Se miran fugazmente y, atraídos pero sin ganas, deslizan sus nalgas en el frío plástico negro. Sin dejar el libro de las manos, se besan fugazmente. Y, fugazmente, vuelven a su novela.

Seguramente era más importante lo que leían que ver como, ahora sí, el amor había desaparecido entre ellos.

Un tros de fang - Mishima